
Por Eduardo Mendez
Taller de Escritura y Periodismo
Para los visitantes y aquellos afortunados que residen en el centro o en zonas más acomodadas, la nieve se transforma en sinónimo de placer y aventura. Los hoteles y centros de esquí no dan abasto, y las calles de la ciudad vibran al ritmo del jolgorio invernal. Para este grupo, Bariloche despliega su magia sin reservas, ofreciendo experiencias inolvidables que van desde excursiones por paisajes de ensueño hasta noches de gastronomía regional y entretenimiento de primer nivel.
Sin embargo, más allá de las luces y las postales, existe otra cara de Bariloche que a menudo permanece en la sombra. Los habitantes de los barrios más elevados y periféricos enfrentan una realidad muy distinta cuando el manto blanco cubre la ciudad. Para ellos, las nevadas no son sinónimo de diversión, sino de aislamiento y penurias.

Las calles, transformadas en ríos blancos, quedan intransitables, cortando efectivamente el acceso a servicios esenciales. La falta de infraestructura adecuada para enfrentar estas condiciones extremas se hace evidente en cortes de luz y agua frecuentes, complicando aún más la vida diaria de estos residentes. La calefacción, un bien tan esencial en estas latitudes, se convierte en un lujo inalcanzable para muchos durante los cortes de energía y la falta de leña para las estufas.
Esta situación no solo evidencia las dificultades derivadas del clima severo, sino que también pone al descubierto la profunda brecha socioeconómica que divide a la ciudad. Mientras unos disfrutan de la temporada invernal en todo su esplendor, otros se ven obligados a enfrentar sus desafíos más crudos, a menudo sin el apoyo suficiente para mitigar su impacto.

El invierno en Bariloche es, sin duda, un espectáculo de la naturaleza que atrae miradas de todas partes. Sin embargo, es imperativo no perder de vista las realidades contrastantes que coexisten en esta emblemática ciudad argentina. Solo mediante el reconocimiento y la acción efectiva hacia una mayor equidad y soporte a las comunidades vulnerables, Bariloche podrá verdaderamente abrazar la belleza de sus nevadas, garantizando que su manto blanco sea símbolo de unión y no de división. Empatizemos y veamos las dos caras de la realidad que nos rodea, sin olvidar lo bueno de lo malo y viceversa.